Terapia familiar

En ocasiones, las familias se ven inmersas en dinámicas que parecen escapársele a todos de las manos. Situaciones que debieran ser naturales terminan convirtiéndose, por falta de entendimiento, en un  campo de batalla. Puede ocurrir lo contrario: cualquier intento de establecer una conversación choca con el mutismo más absoluto.

La terapia familiar es un punto de encuentro, guiado por un profesional, en el que los miembros de la familia pueden escucharse, comprenderse y buscar nuevas formas de relacionarse.

No se trata de señalar culpables, ni de «ver quién tiene razón», sino de crear un entorno donde cada uno pueda expresar lo que siente y necesita, entender mejor al otro y tender puentes para el entendimiento

La terapia familiar es imprescindible en algunos de los casos que observamos en psicología infantojuvenil. Los síntomas del niño o adolescente que vemos en consulta —rabietas, ansiedad, retraimiento, agresividad, trastornos del sueño, fracaso escolar, inhibición social, etc.— no surgen de la nada. Tienen lugar dentro de un sistema relacional que va más allá de las etiquetas clínicas.

El niño actúa, en estos casos, como portavoz de un malestar compartido, a menudo no verbalizado por el conjunto familiar. Cuando esto ocurre, los resultados de la intervención en solitario son limitados. Incluir a la familia —en todo su entramado emocional y vincular— no es opcional.

¿Qué es un sistema familiar?

Entendemos por sistema familiar el conjunto de personas que conviven y mantienen relaciones interdependientes. Lo que ocurre en una parte afecta al todo: las dinámicas, los silencios, las lealtades, los roles y las repeticiones transgeneracionales forman parte del juego.

 

  • ¿Quién sostiene a quién?
  • ¿Qué no puede decirse?
  • ¿Qué función cumple el síntoma en la economía emocional familiar?
  • ¿Qué conflictos antiguos se repiten bajo nuevas formas?

 

La terapia familiar no se centra exclusivamente en la conducta presente, sino en el sentido que tiene esa conducta dentro de un tejido relacional más amplio.

¿Cuándo se recomienda una intervención familiar?

No solo en contextos claros de crisis. A veces el malestar se expresa de forma solapada o sostenida en el tiempo:

 

  • Cuando un niño muestra conductas propias de un caso «fuertemente sintomático», pero los adultos no logran ponerse de acuerdo sobre cómo acompañarlo.
  • Cuando los límites se vuelven difusos: hay alianzas cruzadas, parentificaciones, o dificultades para sostener la autoridad sin rigidez ni claudicación.
  • Cuando recaen sobre el niño o adolescente responsabilidades que no le corresponden (pacificador, chivo expiatorio, cuidador emocional, etc.).
  • Cuando, tras una separación, la organización familiar se rigidiza o se polariza, generando dobles mensajes, tensiones crónicas o deslealtades afectivas.
  • Cuando hay sufrimiento: duelos, traumas, pérdidas, secretos, exclusiones.
  • Cuando hay repeticiones familiares inconscientes que dañan la convivencia.

¿Cómo se trabaja?

En terapia familiar, trabajamos principalmente a través del diálogo y la escucha. El terapeuta actúa como facilitador, no como juez ni experto. Formula preguntas que ayudan a ver las cosas desde otros puntos de vista, a abandonar patrones repetitivos y a pensar de forma más flexible.

 

Algunos principios básicos:

 

  • Neutralidad activa: no tomamos partido, pero sí intervenimos cuando se perpetúan dinámicas dañinas.
  • Respeto por todas las partes: no reducimos a los padres a «fuentes de problema», ni a los hijos a «síntomas de algo». Todos tienen una lógica interna, aunque a veces sea necesario reconstruirla juntos.
  • Énfasis en lo relacional: más allá de la persona, nos interesa saber cómo se entrelazan los dependencias, los afectos, las posiciones subjetivas.

 

La intervención puede incluir sesiones con todos los miembros, subgrupos (padres por un lado, hijos por otro), o alternancia entre sesiones individuales y familiares.

 

Dimensión transgeneracional

La terapia familiar permite trabajar herencias invisibles. Muchas veces, lo que un niño expresa con su cuerpo o su conducta no es solo suyo: responde a lealtades invisibles, duelos no cerrados o narrativas familiares.

La terapia no borra la historia, pero puede ofrecer una nueva visión de los acontecimientos pasados y, en particular, liberar al niño o adolescente de unas cargas que no les corresponden.

 

¿Qué pueden esperar las familias?

 

  • Un espacio donde hablar sin interrupciones, sin sarcasmos y sin miedo.
  • Una mirada externa que observa sin juzgar y que ayuda a expresar lo que a veces solo se repite.
  • La posibilidad de reconstruir acuerdos, redefinir roles y compartir tareas que provocan sobrecargas.
  • Posiblemente, momentos incómodos, pero también alivio, comprensión y reencuentro.

Y si no todos quieren venir…

Es habitual que uno de los adultos (o incluso algún hijo adolescente) se muestre reacio a participar. En esos casos, es posible iniciar un trabajo con quienes sí están dispuestos, porque cualquier movimiento dentro del sistema tiene efectos expansivos. La terapia familiar no es un «todo o nada». A veces, basta con que uno o dos miembros actúan de otra forma para que se produzcan cambios obvios en el conjunto de las dinámicas familiares.