Evaluación neuropsicológica

Todo padre o madre hace cuanto está en su mano para que sus hijos se desempeñen sin problemas en  todos los ámbitos de la vida: emocional, social y académico. Sin embargo, a veces observamos señales que nos generan dudas: dificultades de concentración, problemas de comportamiento, retrasos en el aprendizaje o simplemente la sensación de que «algo no va bien», aunque no sepamos explicar exactamente qué. En estos casos, una valoración neuropsicológica infantil puede ser la clave para comprender mejor a nuestro hijo o hija.

¿Qué es una evaluación neuropsicológica?

La evaluación neuropsicológica es un proceso clínico exhaustivo que, mediante pruebas estandarizadas y observaciones, permite medir las distintas funciones cognitivas del niño (atención, memoria, lenguaje, habilidades visoespaciales, funciones ejecutivas, etc.). A diferencia de la evaluación psicopedagógica, integra conocimientos sobre cómo el cerebro infantil madura y sustenta esas funciones.

El objetivo principal es identificar con precisión las fortalezas y debilidades cognitivas del niño para comprender su perfil neurocognitivo. Esto nos permite identificar las dificultades de  aprendizaje o comportamiento, establecer diagnósticos claros y diseñar intervenciones efectivas en casa y en la escuela, con apoyos concretos. Se trata de una herramienta que combina psicometría (pruebas objetivas) con el entendimiento del desarrollo cerebral para comprender cómo procesa la información el cerebro de un niño.

El cerebro infantil no es un cerebro adulto «pequeñito», sino un órgano en el que cada área cognitiva (lenguaje, atención, funciones ejecutivas, etc.) se desarrolla a su propio ritmo sobre bases neurales específicas. Las pruebas neuropsicológicas validadas nos permiten comparar el desempeño de un niño con el esperado en su grupo de edad. Si un niño de 8 años obtiene puntuaciones muy por debajo de lo normativo en memoria o atención, estos resultados sugieren un desfase en su desarrollo cognitivo al que debemos prestar atención.

Los fundamentos científicos de estas evaluaciones se actualizan constantemente. Las versiones modernas de los test (WISC-V, NEPSY-II, etc.) incorporan los avances en teoría cognitiva y datos normativos recientes. Además, la investigación con neuroimagen y neurociencia cognitiva ha corroborado múltiples hallazgos: niños con trastornos del neurodesarrollo suelen mostrar patrones atípicos en ciertas pruebas, que reflejan diferencias en la actividad o conectividad cerebral.

La utilidad clínica de esta información es innegable. Gracias a ella, podemos diagnosticar trastornos del neurodesarrollo (por ejemplo, distinguir si las dificultades de un niño se deben a Trastorno por Déficit de Atención e Hiperactividad – TDAH, trastorno del espectro autista – TEA, dislexia u otro problema);  nos ayuda a delimitar secuelas cognitivas en niños que han sufrido lesiones neurológicas (como un traumatismo craneoencefálico, epilepsia, meningitis, etc.) o a caracterizar el perfil cognitivo en condiciones genéticas o metabólicas que puedan afectar al cerebro.

Los resultados obtenidos también son útiles en el ámbito educativo: con el informe neuropsicológico, los colegios pueden implementar apoyos o adaptaciones curriculares basadas en necesidades objetivas del niño (por ejemplo, más tiempo en exámenes si tiene lentitud de procesamiento, o técnicas multisensoriales si presenta un trastorno de aprendizaje).

En resumen, la evaluación neuropsicológica infantil es un procedimiento riguroso para comprender el funcionamiento cognitivo infantil y tomar decisiones informadas que benefician el desarrollo del niño en numerosos contextos.

Esta evaluación no consiste exclusivamente en «pasar una batería de pruebas» ni en etiquetar en función de los resultados. Comprende entrevistas, observaciones y pruebas diseñadas para valorar habilidades como la atención, la memoria, el lenguaje, el razonamiento, la planificación o el control emocional, entre otras. El objetivo es comprender qué está pasando y cómo podemos ayudar con mayor eficacia a vuestro hijo o hija.

¿Cuándo se recomienda realizar una valoración neuropsicológica?

Estas evaluaciones no se hacen por rutina ni forman parte de un chequeo médico general. Se realizan cuando hay indicios o sospechas de que el niño presenta alguna dificultad en su desarrollo cognitivo, emocional o del comportamiento. Algunos casos frecuentes son:

 

Trastornos del neurodesarrollo

  • TDAH (Trastorno por Déficit de Atención con o sin Hiperactividad)
  • TEA (Trastorno del Espectro Autista)
  • Dislexia y otros trastornos del aprendizaje
  • Retrasos madurativos o en el lenguaje

 

Dificultades escolares persistentes

  • Bajo rendimiento académico sin causa aparente
  • Problemas para seguir instrucciones, memorizar o planificar tareas
  • Dificultades en la lectura, escritura o cálculo

 

Cambios emocionales o conductuales

  • Irritabilidad, impulsividad, agresividad o apatía
  • Ansiedad o dificultades para relacionarse con otros niños

 

Diagnósticos médicos previos

  • Epilepsia, traumatismos craneoencefálicos, enfermedades neurológicas, etc.
  • Niños que han nacido de forma prematura o con bajo peso

Evaluación paso a paso

  1. Entrevista inicial y recopilación de información: el proceso comienza antes de aplicar ningún test; realizamos una o varias entrevistas con los padres (y con el propio niño, según su edad). En esta fase, el neuropsicólogo recoge la historia clínica y de desarrollo del niño: antecedentes durante el embarazo y nacimiento, hitos del desarrollo (por ejemplo, a qué edad empezó a hablar y caminar), enfermedades o accidentes relevantes y evolución en el ámbito escolar (rendimiento académico, repeticiones de curso, relaciones sociales, informes del colegio). También se exploran las dificultades  que motivan la consulta desde el punto de vista de los padres: qué comportamientos o problemas les preocupan, cuándo comenzaron, en qué situaciones se presentan, etc. A menudo se complementa esta fase con información de la escuela (entrevista con el tutor o cuestionarios para maestros) para conocer cómo se desempeña el niño en el entorno educativo y con sus iguales.
  2. Planificación de la evaluación (hipótesis y selección de pruebas): tras la entrevista inicial, el profesional elabora unas hipótesis preliminares sobre la naturaleza de las dificultades del niño, basadas en la información recabada y en sus conocimientos del desarrollo. Por ejemplo, según los datos podría sospechar principalmente un TDAH, o una dislexia, o que se trate de un perfil cognitivo heterogéneo sin un trastorno definido. En función de estas hipótesis, se diseña un plan de evaluación con pruebas concretas para abarcar las áreas relevantes: si preocupa un posible TDAH, se incluirán tests de atención sostenida, impulsividad y funciones ejecutivas; si hay problemas académicos, se evaluarán también habilidades de lenguaje, memoria y procesamiento visoespacial; si se sospecha un trastorno del espectro autista, se incorporarán pruebas de percepción social, comunicación y flexibilidad cognitiva, etc. Este plan no es rígido: durante la evaluación, el neuropsicólogo puede decidir añadir pruebas adicionales si es necesario profundizar en alguna función. Por ejemplo, si al aplicar un test de inteligencia se observa un lenguaje muy pobre, quizá decida pasar una prueba específica de lenguaje.
  3. Aplicación de pruebas (evaluación directa del niño): esta es la etapa donde el niño realiza tareas evaluativas, generalmente en sesiones individuales con el neuropsicólogo. Puede requerir varias horas repartidas en uno o varios días, dependiendo de la cantidad de pruebas y del aguante del niño. Todo está estandarizado: el examinador sigue instrucciones específicas para cada test (por ejemplo, leyendo en voz alta ciertas frases exactamente o midiendo el tiempo de cada tarea) y no puede «ayudar» al niño más allá de las consignas permitidas. Sin embargo, el evaluador sí toma nota de cómo el niño afronta cada prueba: si se mantiene concentrado o se distrae, si necesita motivación, si se frustra ante lo difícil, si aplica estrategias creativas, etc. Estas observaciones cualitativas complementan los resultados numéricos posteriormente. En resumen, en esta fase se reúne evidencia objetiva (puntuaciones de tests) con las impresiones clínicas sobre el funcionamiento del niño.
  4. Análisis e interpretación de los resultados: tras la administración, el neuropsicólogo califica y analiza la información recopilada. Se corrigen los tests obteniendo puntuaciones directas, que luego se convierten en puntuaciones estandarizadas (por ejemplo, en centiles o puntuaciones típicas) comparándolas con las normas de edad.  Así se identifica en qué áreas el niño está dentro de lo esperado para su edad, cuáles están significativamente por encima (sus fortalezas) y cuáles por debajo (sus debilidades). Por ejemplo, la velocidad de procesamiento puede estar en el percentil 5 (muy baja), mientras su razonamiento verbal en el 75 (alto), lo que evidencia un perfil muy desigual. El evaluador integra también las observaciones cualitativas y la información de las entrevistas. Todos los datos se contrastan: se busca coherencia (o discrepancias) entre lo que dijeron los padres/maestros y lo que mostraron las pruebas. Esta integración permite entender mejor el por qué de las dificultades. Por ejemplo, quizás los padres comunicaron problemas atencionales, pero las pruebas muestran atención normal con un déficit en memoria de trabajo; esto sugeriría que las distracciones del niño puedan deberse a que no retiene bien la información, más que a un TDAH puro. En esta etapa el neuropsicólogo confirma, refina o descarta las hipótesis iniciales a la luz de los resultados. Se identifican claramente los puntos fuertes y débiles del niño a nivel neurocognivo, relacionándolos con marcos teóricos y diagnósticos. El resultado de esta fase es un perfil neuropsicológico integral del niño, que explica sus dificultades en términos de funciones cerebrales.
  5. Devolución de resultados y recomendaciones: una vez construido el perfil y, si corresponde, establecido un diagnóstico, se lleva a cabo la sesión de devolución. Esta es una reunión (presencial u online) en la que el neuropsicólogo se reúne con los padres sin el niño para explicarles con detalle y lenguaje claro los hallazgos. Se repasa cada área evaluada, comentando qué funcionó dentro de lo normal y qué no, y cómo esas debilidades específicas pueden estar afectando al desempeño cotidiano del niño. Se entrega a la familia un informe escrito y se resuelven todas las dudas de los padres. En caso de adolescentes o niños mayores, también se facilita retroalimentación al propio evaluado, adaptada a su nivel de comprensión, enfatizando tanto sus talentos como las áreas en que necesitará ayuda.
  6. Recomendaciones prácticas. Una parte importante de la devolución son las recomendaciones prácticas. El informe neuropsicológico incluye un apartado de recomendaciones que se ampliarán durante las conversaciones con padres y, dado el caso, profesores. Estas recomendaciones abarcan:
      • Familia: orientaciones a los padres sobre cómo ayudar al niño en casa según sus necesidades. Por ejemplo, si tiene problemas atencionales, se aconseja establecer rutinas claras, reducir distracciones (menos tiempo de pantallas, más actividades estructuradas), dar instrucciones de una en una en lugar de varias a la vez, reforzar sus logros para motivarlo, etc. Si tiene dificultades de memoria, se recomendará utilizar agendas, pictogramas o repetir la información de distintas formas. Si presenta impulsividad, técnicas de economía de fichas o refuerzo positivo para autocontrol.
      • Colegio: a menudo, la evaluación neuropsicológica proporciona la evidencia necesaria para implementar adaptaciones escolares. Los padres pueden compartir el informe con el departamento de orientación del centro educativo para acordar apoyos. Por ejemplo, un niño con dislexia puede requerir material de lectura adaptado y más tiempo en los exámenes escritos; un alumno con TDAH puede beneficiarse de sentarlo cerca del profesor, fragmentar las tareas largas y tener pausas para moverse; un niño con dificultades visoespaciales podría usar papel cuadriculado o instrumentos especiales. Estas medidas buscan «igualar el terreno de juego», de modo que sus dificultades no le impidan demostrar sus conocimientos.
      • Intervenciones terapéuticas: Según el perfil obtenido, se proponen intervenciones clínicas o terapéuticas fuera del ámbito escolar. Los hallazgos pueden llevar a derivar o coordinar con otros especialistas: por ejemplo, consulta con un neurólogo infantil si se sospecha una condición neurológica no detectada, o con psiquiatra infantil si se contempla iniciar medicación (como fármacos para TDAH). Es decir, se diseña un plan de intervención a la medida del perfil cognitivo y emocional del menor. Tras  un tiempo determinado, se evalúa el funcionamiento de esas medidas e incluso de una re-evaluación parcial al cabo de 1-2 años para medir progresos o ajustar el plan de acción.
  7. Informe neuropsicológico: tras la devolución verbal, el neuropsicólogo entrega un informe escrito detallado, que suele incluir el motivo de la evaluación, antecedentes relevantes del niño, descripción de las pruebas aplicadas, resultados obtenidos, interpretación de esos resultados y las oportunas recomendaciones. Este informe es confidencial y serán los padres quienes decidan con quien compartirlo (colegio, médicos, terapeutas). Es recomendable que los padres conserven este documento, ya que forma parte de la historia clínica/educativa del niño y será útil para planificar apoyos presentes y futuros.