Vivir en un mar de dudas

Médico humano y médico-bot para atender a los pacientes ya diagnosticados por IA.

Vivir en un mar de dudas

¿Somos cada vez más hipocondriacos?

Hace unos días visité a mi médica de cabecera por un problema menor. Como es una persona de lo más agradable, suelo aprovechar las consultas para preguntarle alguna curiosidad que pueda responder sin desbaratarle el breve ratito que la Administración concede a cada paciente de la sanidad pública.

En esta ocasión, mi pregunta se centró en una cuestión sobre la que me apetecía escribir y que da título a este post: ¿Somos cada vez más hicopondriacos?

Sin duda —contestó mi querida doctora— y con un agravante: el paciente ya viene diagnosticado de casa y solo busca la confirmación de su propio diagnóstico y un medicamento milagroso. Ha analizado al detalle cada uno de sus síntomas, leído todo tipo de artículos (algunos absolutamente descabellados), ampliado las fotos más espectaculares y escuchado a varios gurús de la salud (algunos más descabellados todavía).

Dado que el algoritmo suele premiar las imágenes y contenidos más llamativos —para mantener al público pegado a la pantalla cuanto tiempo sea posible—, los casos mostrados al hacer una búsqueda son, con frecuencia, los más aparatosos. El paciente se queda con eso. Pero la realidad es que, por regla general, solemos tener patologías bastante más vulgarcitas.

Hace algunos años, cuando se emitió la famosa serie House, los médicos observamos un aumento considerable de personas que creían tener lupus, la patología estrella de la serie. Por supuesto, hay pacientes que padecen lupus (donde, por cierto, hay categorías bastante menos floridas que las tratadas por el Dr. Gregory House), pero un cansancio transitorio o la aparición de algunas manchas en la piel pueden tener muchas otras causas. Me he encontrado con algunos supuestos lupus que resultaron ser astenias primaverales que desaparecieron con la llegada del verano.

Los datos confirman la experiencia práctica de mi doctora. Según el VII Estudio de Salud y Estilo de Vida de Aegon (febrero 2025), hasta un 53,2 % de los españoles afirma autodiagnosticarse a través de la red. Y se calcula que, entre la población europea, 1 de cada 5 citas médicas es resultado de miedos alimentados por búsquedas digitales.

La duda como hábito

  • La pandemia y restantes crisis globales han generado nuevos motivos de preocupación. Entre esos motivos, la salud física y mental ocupa un lugar preponderante.
  • La sensación de inestabilidad laboral y económica agrava el estrés, lo que se traduce mayor preocupación por el cuidado físico y mental.
  • La presión social a través de las redes por el cuerpo, la dieta y el bienestar intensifica las conductas de autocuidado.
  • La disponibilidad generalizada de dispositivos portátiles y apps de salud conducen a la hipervigilancia de los síntomas y sensaciones corporales.
  • La sobrecarga informativa —a través de Google, redes y webs médicas— agudiza la ansiedad.

Psicólogos y médicos advierten sobre esta nueva forma de trastorno de ansiedad por enfermedad digital o, como suele denominarse coloquialmente, cibercondria, que lleva a:

  • la revisión frecuente de todo tipo de constantes vitales (frecuencia cardíaca, calidad del sueño, pasos dados, etc.).
  • la preocupación por signos menores de enfermedad aunque no haya razones de alarma objetivas.
  • la búsqueda compulsiva de información médica en internet.

Quienes la viven lo describen como estar atrapados en un mar de dudas: «¿Será grave este síntoma?» «¿Estaré exagerando?» «¿Y si mañana me despierto peor?».  Las búsquedas en internet se multiplican y, con cada clic, la ansiedad aumenta, porque cuanto más leemos para calmarnos, damos con nuevos motivos de inquietud.

El valor de un interlocutor humano

La duda moderada es un mecanismo de supervivencia. Nos protege frente a las decisiones impulsivas, nos ayuda a reflexionar, prevenir, evitar riesgos y, cuando es necesario, buscar soluciones. Si la duda es patológica y nunca termina de resolverse (un motivo de duda es reemplazado por otro), ocasiona conductas repetidas de evitación o reaseguramiento para calmar la ansiedad e interfiere en la vida diaria, solo hay una respuesta verdaderamente útil: es el momento de solicitar ayuda profesional.

Cuando se trata de salud —física o mental—, tener un interlocutor de carne y hueso puede ser de lo más saludable y tranquilizador. Y diría más: ante una patología realmente complicada, tener a un ser humano con la formación adecuada y, no digamos ya si tiene una buena capacidad de escucha, es sencillamente imprescindible.