Integración sensorial
¿Qué entendemos por integración sensorial?
Este proceso es automático en la mayoría de las personas. Pero cuando hay dificultades en esta área, el cerebro no logra procesar adecuadamente la información sensorial, lo que puede provocar respuestas desajustadas o impredecibles. Por ejemplo, un niño que se sobresalta con ruidos normales, que evita tocar ciertas texturas o que parece estar «siempre en movimiento» podría tener una disfunción en la integración sensorial.
¿Por qué es importante?
Una buena integración sensorial es la base para muchas capacidades del desarrollo infantil:
- Regular el comportamiento y la atención.
- Sentirse cómodo en el propio cuerpo.
- Coordinar movimientos.
- Interactuar con otras personas.
- Jugar y explorar el entorno con seguridad.
Cuando el procesamiento sensorial está alterado, el niño puede tener dificultades para participar en actividades cotidianas, desde vestirse hasta estar en clase, relacionarse o dormir.
¿Qué señales pueden indicar dificultades?
No todos los niños que muestran conductas llamativas tienen un trastorno, pero algunos signos de alerta que merecen una evaluación son:
- Rechazo a ciertos sonidos, luces o texturas (ropa, comida, arena, agua).
- Búsqueda constante de movimiento o estimulación intensa.
- Dificultad para tolerar el contacto físico o los cambios de posición.
- Torpeza motriz (se cae, choca, evita trepar o subir escaleras).
- Reacciones emocionales desproporcionadas a estímulos comunes.
- Problemas para autorregularse: pasar de la risa al llanto en segundos, dificultad para calmarse.
- Poca conciencia corporal: empuja sin querer, se cae de la silla, aprieta demasiado al escribir.
Diferencias por edad
🔸 Bebés (0-12 meses)
- Evita el contacto físico o, por el contrario, necesita ser cargado en todo momento.
- Llora con ruidos moderados o se asusta fácilmente.
- No disfruta de juegos con movimiento (balanceos, vueltas).
- Tiene dificultad para calmarse con estímulos que suelen reconfortar (mecer, cantar, acariciar).
🔸 Niños pequeños (1-3 años)
- Muestra rechazo intenso a ciertas comidas, texturas o temperaturas.
- Le cuesta caminar sobre superficies inestables (arena, césped).
- Se golpea o muerde a sí mismo sin parecer notar el dolor.
- Cambia de actividad constantemente, sin atención sostenida.
🔸 Etapa preescolar y primaria (3-8 años)
- Evita juegos de grupo por miedo al contacto.
- Se muestra torpe, evita deportes o juegos motrices.
- Tiene dificultad para vestirse solo (hipersensibilidad a etiquetas o costuras).
- Puede tener baja autoestima: se frustra fácilmente, se siente «diferente» sin saber por qué.
¿Qué se hace ante estas dificultades?
- Organizar respuestas sensoriales más adaptativas.
- Mejorar la conciencia corporal.
- Regular el tono muscular y la postura.
- Estimular la coordinación y la atención.
Importante: no se trata de «acostumbrar» al niño a estímulos que le resultan desagradables, sino de acompañar, modular y organizar su respuesta neurológica, respetando su ritmo.