No me decido a ir al psicólogo

Pareja de árboles que comentan el mal estado anímico de su compañero

No me decido a ir al psicólogo

Deshojar la margarita: psicólogo sí, psicólogo no

Puede que en el pasado te hayas planteado ir al psicólogo o incluso que en este momento te estés preguntando si sería beneficioso para ti iniciar un proceso terapéutico. Tal vez lo hayas descartado pensando que tus dificultades no lo justifican, que estás exagerando las cosas o que el tiempo terminará por resolverlas. Sin embargo, el tiempo pasa y sigues sin encontrarte bien.

«Tomar la decisión» de acudir al psicólogo es, por supuesto, una elección personalísima que nadie puede hacer en tu lugar. Entre otras cosas, porque hay tantas razones válidas para dar ese paso como personas existen. Y, del mismo modo que resulta difícil describir con precisión el dolor físico —ya que no podemos saber con certeza cómo lo experimenta otro—, el sufrimiento emocional solo puede ser medido desde dentro, por quien lo vive.

Dicho lo anterior, enumeramos algunas de las causas más frecuentes que nos llevan a solicitar ayuda psicológica:

Motivos habituales consulta psicológica

  • Te resulta complicado gestionar una situación que altera tu bienestar diario.
  • Has atravesado una pérdida significativa y sientes que el dolor te desborda.
  • La indecisión, las dudas o una sensación persistente de inseguridad influyen en tu vida cotidiana.
  • Recurres a conductas que te hacen daño o afectan negativamente a personas cercanas.
  • Tus pensamientos se vuelven repetitivos, intrusivos o generan malestar emocional.
  • Estás atrapado en un entorno o vivencia que te incomoda profundamente y no sabes cómo salir de ahí.
  • Alguien de confianza —ya sea una persona cercana o un profesional— te ha sugerido buscar apoyo psicológico.
  • Vives experiencias internas difíciles de verbalizar o sientes que no encajas, lo cual impacta en tu autoestima.
  • Experimentas vergüenza o culpa por determinadas acciones o pensamientos.
  • Sientes que el proceso o tratamiento actual no te está aportando el cambio que deseas.

El sufrimiento emocional como parte de la experiencia humana

La mayoría de los motivos anteriores tienen un denominador común: el malestar. Y es importante entender que no hay salud mental si no aceptamos la posibilidad de experimentar también emociones desagradables. Felicidad y sufrimiento no son excluyentes. De hecho, aprendemos a valorar los momentos de bienestar precisamente porque también hemos atravesado dificultades. Esa experiencia nos permite identificar y agradecer lo que nos hace sentir bien. El psiquiatra Viktor Frankl, superviviente de los campos de concentración y autor de El hombre en busca de sentido, señalaba que no siempre podemos evitar el sufrimiento, pero sí podemos elegir cómo nos relacionamos con él. Encontrar un propósito en medio del dolor nos ayuda a sobrellevarlo.

Sin embargo, cuando el malestar se vuelve persistente, insoportable o interfiere en la vida diaria, es conveniente (y, desde luego, muy comprensible) buscar ayuda profesional, sin necesidad de esperar a estar completamente desbordado o desbordada.

¿Qué puedes encontrar en la psicoterapia?

La psicoterapia requiere de un intercambio comunicativo abierto entre ambas partes, pero no va de «pasar el rato charlando». Probablemente contarás con alguna persona cercana o de confianza con quien puedes hablar de lo que te preocupa. Y eso, sin duda, es muy agradable. Pero ese no es el papel del terapeuta.

Durante la sesión con el profesional de tu elección, tendrás la oportunidad de observar con detenimiento cómo se entrelazan tus pensamientos, emociones y comportamientos. Este trabajo conjunto no busca ofrecer respuestas prefabricadas ni aplicar soluciones rápidas. Se trata de ayudarte a descubrir cómo has aprendido a enfrentarte a ciertas situaciones, qué efectos tienen esas estrategias en tu vida actual y qué nuevas formas podrías ensayar para responder de un modo que te alivie y haga sentir mejor.

No se trata de «verlo todo positivo» —una consigna superficial, demasiado presente en ciertos discursos, que ignora la complejidad del sufrimiento humano—, sino de cultivar una mirada más amplia y matizada; una mirada que te ayude a reconocer con mayor claridad tus necesidades, afrontar la incertidumbre sin quedar atropado en ella y tomar decisiones que no sientas como respuestas automáticas dictadas por el contexto o por viejas inercias.

Si estás lidiando con una sensación de vacío o desconexión contigo mismo, tal vez te interese leer este artículo: Vivir en automático: cuando la vida se siente ajena