Qué ocurre cuando nos dominan las emociones
En la vida adulta solemos pensar que tenemos un control razonable sobre nuestras emociones y que las respuestas exacerbadas son cosa de niños. Veánse, por ejemplo, las famosas rabietas que tan mal nos lo hace pasar a padres y madres en algunos centros comerciales. Sin embargo, todos hemos vivido momentos en los que una reacción desproporcionada —ira, miedo, tristeza— parece apoderarse de nosotros. ¿Por qué respondemos con un ataque verbal inmediato ante algunos comentarios? ¿Cuántas veces nos hemos arrepentido a posteriori de haber actuado sin sopesar las consecuencias?
Este fenómeno se conoce como «secuestro emocional» y está estrechamente vinculado con el arousal o nivel de activación fisiológica.
¿Qué es el secuestro emocional?
El término fue popularizado por Daniel Goleman en su libro Inteligencia Emocional y hace referencia a aquellas situaciones en las que la amígdala, estructura cerebral clave en la detección del peligro y la respuesta emocional, «toma el control» antes de que intervenga la corteza prefrontal (la parte racional del cerebro): el cerebro emocional «secuestra» la conducta.
El papel del arousal en el secuestro emocional
El arousal hace referencia al nivel de activación o excitación cortical que regula nuestro cuerpo y nuestra mente, preparándonos para responder a estímulos internos o externos. Este estado de alerta puede variar en intensidad según las circunstancias y repercute directamente en nuestra capacidad de pensar, sentir y actuar.
Las emociones como moduladores del arousal
- Una emoción intensa, como el pánico, dispara el nivel de activación.
- Una emoción moderada, como la calma, se asocia con un nivel bajo de activación.
En otras palabras: cuanto más fuerte es la emoción, mayor es el incremento del arousal, lo que provoca que las experiencias se vivan con mucha más intensidad.
El arousal se expresa a través de cambios fisiológicos como la frecuencia cardíaca, la tensión muscular, la respiración o la liberación de adrenalina.
- Arousal bajo: calma, relajación, incluso sueño.
- Arousal moderado: estado óptimo de alerta para aprender y tomar decisiones.
- Arousal alto: hiperactivación que puede llevar al bloqueo, la ansiedad o reacciones impulsivas.
Cuando el arousal supera cierto umbral, el sistema emocional toma el control y la mente racional se «desconecta» momentáneamente. Es en ese punto donde se produce el secuestro emocional, una respuesta automática en la que las emociones pesan más que el razonamiento consciente.
Consecuencias del secuestro emocional en adultos
Aunque el arousal o activación fisiológica es una reacción adaptativa —que nos permitió a lo largo de la evolución reaccionar ante amenazas, escapar de depredadores o prepararnos para luchar— en la vida moderna puede resultar problemática.
Hoy, los estímulos que desencadenan esa activación no son una partida de depredadores ni situaciones de vida o muerte, sino el tráfico, el exceso de notificaciones, la presión laboral o la sobrecarga de información. El organismo responde como si se tratara de un peligro real, manteniendo el cuerpo en estado de alerta constante. El uso prolongado de dispositivos digitales (móvil, ordenador) o la multitarea, por ejemplo, generan microestados de alerta constantes, elevando el arousal incluso durante actividades tan habituales como leer los mensajes de nuestros dispositivos.
Consecuencias negativas
- Estrés crónico: la activación mantenida incrementa los niveles de cortisol, lo que puede afectar al sistema inmune, digestivo y cardiovascular.
- Ansiedad y problemas de sueño: el exceso de arousal dificulta la conciliación y mantenimiento del sueño, provocando fatiga y empeorando el estado de ánimo.
- Alteración en el rendimiento cognitivo: según la ley de Yerkes-Dodson, existe una relación en forma de U invertida entre arousal y rendimiento: un nivel moderado favorece la concentración y productividad; un nivel excesivo o demasiado bajo reduce el rendimiento.
- Problemas emocionales: la activación excesiva se asocia con irritabilidad, dificultad para regular las emociones y mayor reactividad ante pequeños estímulos.
- Respuestas impulsivas: discusiones de pareja, conflictos laborales, violencia verbal.
- Deterioro de la memoria de trabajo: mayor dificultad para concentrarse y recordar los detalles.
- Decisiones poco racionales: realizar elecciones impulsivas que no siempre son las más convenientes.
Algunas estrategias para manejar estas situaciones
Y, en particular, para entrenar nuestra capacidad de autorregulación:
- Reconocer las señales fisiológicas (corazón acelerado, tensión en el cuerpo).
- Practicar la pausa consciente: detenerse antes de reaccionar, contar hasta 10 o alejarse de la situación.
- Técnicas de regulación del arousal: respiración diafragmática, mindfulness, relajación muscular.
- Reestructuración cognitiva: cuestionar los pensamientos automáticos que alimentan la emoción.
- Entrenamiento en inteligencia emocional: desarrollar empatía y habilidades de comunicación asertiva.
El secuestro emocional se produce cuando la amígdala toma las riendas y la mente racional pasa a segundo plano. Un estímulo suficientemente intenso puede detonarlo en cualquiera de nosotros: forma parte de nuestra arquitectura cerebral y nos ha permitido llegar hasta donde estamos. Pero está en nuestra mano aprender a reducir su frecuencia, intensidad y duración.