Trastorno por Déficit de Atención e Hiperactividad (TDAH)

El Trastorno por Déficit de Atención e Hiperactividad (TDAH) en adultos es una condición del neurodesarrollo que persiste desde la infancia, aunque modifica sus manifestaciones durante la adulted. Se caracteriza por dificultades sostenidas en la atención, impulsividad y, en ocasiones, hiperactividad. Esta última suele disminuir con la edad o expresarse de forma más interna, como una sensación constante de inquietud o dificultades para relajarse.

Los síntomas más habituales abarcan:

  • Distracción frecuente y dificultad para concentrarse en tareas prolongadas.
  • Desorganización, problemas para gestionar el tiempo y cumplir con los plazos.
  • Impulsividad en la toma de decisiones, así como cambios de humor o dificultades en la comunicación.
  • Inquietud interna y sensación de estar constantemente «acelerado».
  • Problemas para iniciar o finalizar tareas.
  • Dificultades en la regulación emocional y en las relaciones interpersonales.

 

El TDAH en adultos puede tener un impacto significativo en el ámbito laboral, académico, emocional y social. A menudo está infradiagnosticado, ya que muchos adultos no fueron evaluados durante la infancia o sus síntomas se atribuyeron a otros factores.

Para su diagnóstico, es imprescindible realizar una evaluación clínica completa que considere la historia evolutiva del paciente, los síntomas actuales y su impacto en la vida cotidiana.

La terapia te ayuda a:

  • Comprender tu TDAH:  identificar cómo se manifiesta en tu vida cotidiana y reconocer tus patrones de pensamiento y comportamiento: tu forma de funcionar tiene una explicación.
  • Mejorar la gestión del tiempo y la organización: aprender técnicas prácticas para planificar, priorizar tareas, establecer rutinas sostenibles y evitar la procrastinación.
  • Fortalecer la atención y la concentración: desarrollar estrategias para mantenerte enfocado en las tareas importantes y reducir distracciones, tanto internas como externas.
  • Regular emociones intensas: trabajar habilidades para identificar, expresar y manejar tus emociones de forma saludable. Esto te ayudará a reducir la impulsividad, la frustración y los cambios bruscos de ánimo.
  • Aumentar la autoestima y la confianza personal: superar la autocrítica y el sentimiento de «no estar a la altura».
  • Mejorar las relaciones interpersonales: desarrollar habilidades sociales y comunicativas que promuevan relaciones más equilibradas y satisfactorias, tanto en el entorno personal como profesional.
  • Manejar el estrés y la ansiedad: aprender a detectar señales de saturación mental y emocional, y aplicar herramientas para recuperar el equilibrio.
  • Desbloquear tu potencial: conocer y valorar tus capacidades y fortalezas y aprovecharlas para alcanzar tus objetivos personales y profesionales.