y su importancia socioemocional
«Me siento muy cómodo cuando hago una presentación pública –me comentaba recientemente un conocido–. Pero lo paso mal cuando acudo a un evento social en el que no conozco a nadie. No sé qué decir después de “Hola”, salvo que la conversación se ciña a temas profesionales».
Cuando hablamos de cosas triviales —el clima, una película, lo que comimos, un chiste— no buscamos intercambiar información racionalmente útil, sino crear una conexión afectiva.
La charla trivial o small talk:
- activa sentimientos de simpatía, pertenencia y confianza.
- funciona como ritual emocional que nos dice «estamos bien, podemos compartir espacio sin conflicto».
- no prioriza el contenido, sino el vínculo: se dirige más al corazón que la razón.
¿Cosa de mujeres?
Se suele decir que las mujeres tenemos más facilidad que los hombres para mantener ese tipo de conversación informal. Probablemente es cierto pero, en cualquier caso, dominar la charla casual es una de esas habilidades blandas que benefician tanto a hombres como a mujeres.
Las conversaciones aparentemente intrascendentes son un importante lubricante de las relaciones humanas. Los buenos comerciales lo saben bien: el dominio de esa competencia permite establecer de forma natural un primer contacto con el interlocutor (sin el rechazo que provoca el «me quiere vender algo»), tantear por dónde respira, reducir la distancia interpersonal y forjar lazos incipientes de simpatía que abrirán, más adelante, las puertas a terrenos profesionales o personales.
¿Por qué cuesta tanto hablar de «nada»?
La charla informal no busca profundidad, sino crear lazos de confianza, cercanía y afinidad.
Por eso, algo tan aparentemente sencillo como hablar con espontaneidad de naderías es un reto para muchas personas que solo se sienten cómodas si disponen de un guion bien aprendido y etiquetado, es decir, cuando hablan de «lo suyo», en particular, si esto les evita adentrarse en el movedizo terreno de las emociones.
Desde un punto de vista psicológico, esto puede estar relacionado con la inseguridad social, el miedo al juicio o la hipervigilancia de la imagen que proyectamos. En otras palabras: hay quien teme parecer superficial o poco interesante si habla de temas triviales, cuando en realidad esas pequeñas conversaciones son las que abren la puerta a vínculos más profundos.
Las claves de quienes lo dominan
Por su carácter extrovertido, algunas personas tienen gran facilidad para establecer relaciones sociales y dominan la «charla intrascendente»:
- actúan con naturalidad y con el lenguaje gestual adecuado.
- evitan adentrarse en asuntos personales sin haber sido invitados.
- dejan al margen los temas controvertidos.
- respetan el espacio personal del otro y no avasallan con muestras excesivas de familiaridad.
- identifican cuándo un tema molesta o aburre a su interlocutor (y cambian con elegancia a otro).
Estos comportamientos están muy ligados a la inteligencia emocional, en especial a la empatía y la autorregulación.
Aprender a conversar: se puede entrenar
La buena noticia es que, quienes no tienen este don, pueden aprenderlo. Y la mejor forma es disponer de un guion facilitador y, sobre todo, practicar sobre el terreno.
Algunos consejos a tener en cuenta:
- Sonríe: una sonrisa es el mejor iniciador de cualquier conversación.
- Mantén contacto visual con tu interlocutor y muestra genuino interés por lo que dice (el interés fingido se nota de inmediato).
- Ve construyendo la conversación en función de sus respuestas.
- Puedes aliñar la charla con algún dato personal (sin pasarte) que te relacione con el evento o la situación concreta en la que te encuentras, hacer un cumplido, contar una anécdota o incluso mostrar cierta vulnerabilidad («No conozco a nadie aquí y ando un poco perdido»).
- No está de más tener a mano una pequeña reserva de temas «inocuos» para esos momentos en los que cuesta arrancar. Lo que empieza como un guion acaba volviéndose natural con la práctica.
- Retírate con elegancia si notas que tu interlocutor no siente interés por hablar contigo. No siempre se acierta.
Un gesto pequeño, pero de importante impacto
Practicar la conversación informal no solo mejora nuestras relaciones sociales, sino que también refuerza nuestra autoestima y sensación de competencia social. De hecho, diversos estudios ponen de manifiesto que las personas que mantienen interacciones casuales frecuentes (como hablar con el camarero o saludar al vecino) reportan mayores niveles de satisfacción vital.
La habilidad para la conversación informal y cercana también se entrena. Hay personas con facilidad natural para ello y otras tenemos que practicarlo un poco más. Pero nadie nace sabiendo mantener una buena charla: estas cosas se aprenden a base de meter la pata, escuchar y volver a intentarlo.