¿Tenacidad o cabezonería?

Imagen cómica de un caballero medieval como metáfora de la terquedad

¿Tenacidad o cabezonería?

Diferencia sutil con repercusiones importantes

Con frecuencia oímos hablar de la tenacidad (constancia, perseverancia, tesón o como quiera que lo llamemos) como una virtud determinante para alcanzar los objetivos personales o profesionales que nos proponemos. Y así es: sin tenacidad es más que probable que lo que consideramos un descanso en el camino, se transforme en un abandono.

A este pensamiento daba vueltas cuando recordé un cuentito humorístico en el que el protagonista termina subiendo al avión a pesar de los muchos esfuerzos que su abnegado ángel de la guarda hace para impedirlo. El avión se estrella al poco despegar. El protagonista acaba sus días vanagloriándose de su encomiable tesón mientras se achicharra cual sardina al espeto.

De ahí, mis pensamientos saltaron a la divertida comedia de los Monty Python titulada «Los caballeros de la mesa cuadrada» -en la que se inspira la ilustración de este post-. El terrible Caballero Negro se niega a abandonar el duelo de espadas, pese a que ha perdido las dos piernas, ambos brazos y se desangra a chorros. Mientras su contrincante abandona la lucha, al verlo en semejante estado, el Caballero Negro lo persigue, dando saltitos con el trozo de tronco que le queda, al grito de «¡Vuelve aquí, cobarde, que esto no es más que un rasguño!».

Todo lo anterior tiene su razón de ser porque quien más y quien menos conocemos a personas que no saben discernir entre el tesón -cualidad valiosa donde las haya- y la cabezonería, un rasgo algo menos útil.

De la tenacidad a la obstinación

Entendemos por tesón la determinación, persistencia, disciplina y actitud positiva que nos lleva a alcanzar nuestras metas superando los desafíos que jalan el camino. Sabemos que la consecución de nuestro objetivo nos proporcionará una gratificación tal que compensará los esfuerzos y traspiés sufridos en el trayecto. Analizamos las condiciones en cada etapa del tour, aplicando la lógica y el buen juicio, y si observamos que la etapa de montaña es excesivamente dura, a la vista de las fuerzas con las que contamos, modificamos la estrategia, reducimos el pedaleo hasta habernos recuperado o planificamos un descanso.

La  cabezonería añade el plus de la terquedad. Y la terquedad se lleva mal, por lo general, con lo lógica y el buen juicio. La actitud positiva propia del tesón se transforma en un negativo «lo conseguiré aunque sea lo último que haga en esta vida». Y, por desgracia, ese pensamiento a veces se cumple.

Es posible que, como le ocurría al caballero de la Tabla Cuadrada, quieras seguir luchando por alcanzar el objetivo pese a que todo indica -y no con señales precisamente sutiles- que ha llegado el momento de retirarse (al menos por ahora). Déjame decirte, querido lector o lectora, que perteneces al grupo -metafóricamente hablando- de los que les gusta presumir de ser el más exitoso del cementerio.

Algunos apuntes para la reflexión

  • La tenacidad sana se basa en una actitud optimista, aunque realista, y en la capacidad de adaptarse si las circunstancias lo recomiendan. Permite disfrutar de los pequeños avances y no olvida el bienestar personal.
  • La cabezonería suele ir acompañada de sentimientos de frustración y desgaste y pensamientos rígidos del tipo «si lo dejo, habré fracasado» o «nada ni nadie me hará cambiar de idea».
  • La persona tenaz escucha las señales (propias y externas) y está dispuesta a ajustar sus expectativas. La persona obstinada las ignora, por obvias que sean, movida por el miedo o el orgullo.

¿Eres constante o terco/a?

Como en tantos otros terrenos (ya hemos hablado antes del perfeccionismo), la línea que separa la constancia de la terquedad tiene mucho que ver con el carácter adaptativo o desadaptativo del rasgo. Cuando la tenacidad nos ayuda a crecer como personas, a alcanzar nuestras metas y a disfrutar de los logros, es una cualidad valiosa. Si, por el contrario, solo agota nuestra energía, algo está fallando. Si demás genera malestar emocional significativo, podemos estar acercándonos a terrenos poco saludables.

Si no tienes claro si te mueve la tenacidad o la obstinación, párate un momento y pregúntate lo siguiente:

  • ¿Estoy avanzando y no hago más que dar vueltas en círculo? El tesón nos impulsa a dar pasos –aunque sean pequeños– hacia adelante. La cabezonería nos mantiene atrapados en una lucha que consume energía sin dar frutos. Pregúntate: ¿mi esfuerzo me está acercando a lo que quiero o sólo me provoca agotamiento?
  • ¿Sigo porque quiero o no soporto la idea de parar? La perseverancia nace de un deseo genuino. La terquedad lo hace del miedo: miedo a fracasar, a decepcionar o a que los demás piensen que he tirado la toalla. Pregúntate: «Si nadie me viera, ¿seguiría adelante?»
  • ¿Estoy siendo flexible o me aferro a una única manera de hacer las cosas? El tesón incluye capacidad de adaptación y contempla el necesidad de descanso si hace falta. La obstinación se queda en el «tiene que ser así» aunque las circunstancias estén pidiendo a gritos un cambio. Pregúntate: ¿puedo contemplar otras opciones sin sentir que estoy fallando?

Por nuestra parte, podemos ayudarte a:

  • Identificar patrones de pensamiento rígido que respaldan la obstinación.
  • Aprender a tolerar la idea de parar sin sentir culpa o vergüenza.
  • Encontrar el equilibrio entre esfuerzo y autocuidado.