El TDAH en mujeres

Síntomas del TDAH en mujeres e impacto hormonal

El TDAH en mujeres

TDAH femenino: una expresión clínica frecuentemente ignorada

El Trastorno por Déficit de Atención con Hiperactividad (TDAH) no se manifiesta de forma idéntica en todos los individuos. Las diferencias no solo dependen de la etapa evolutiva, sino también del sexo biológico, lo que tiene implicaciones importantes tanto en el diagnóstico como en la intervención clínica. A pesar de ello, durante décadas, el estudio del TDAH ha estado sesgado hacia la población masculina, dejando desatendidos los perfiles más prevalentes en mujeres.

Sistema hormonal femenino y su impacto en el TDAH

Las mujeres presentan una arquitectura endocrina distinta, lo que influye directamente en la expresión de los síntomas del TDAH. En concreto, los estrógenos —hormonas que regulan, entre otras funciones, la actividad dopaminérgica en el cerebro— modulan de forma significativa la presentación clínica del trastorno.

Durante ciertos periodos del ciclo vital femenino —pubertad, embarazo, posparto y menopausia—, las fluctuaciones hormonales pueden alterar los niveles de dopamina, neurotransmisor clave en el funcionamiento atencional, la motivación y el autocontrol. Como resultado, muchas mujeres con TDAH reportan un incremento de la impulsividad, la labilidad emocional y la desorganización durante estos momentos, lo que agrava la sintomatología y dificulta el manejo cotidiano.

Invisibilidad diagnóstica: un problema estructural

Históricamente, los criterios diagnósticos del TDAH se han elaborado a partir de estudios centrados en niños varones. Este sesgo ha favorecido la identificación de casos con síntomas externos y conductas disruptivas, como la hiperactividad motora y la impulsividad explosiva. Sin embargo, muchas mujeres presentan un fenotipo predominantemente inatento, con distracción persistente, desorganización interna y baja tolerancia a la frustración, sin llegar a llamar la atención en el aula o el entorno familiar.

Como consecuencia, es común que niñas con TDAH no sean identificadas, atravesando la adolescencia y la vida adulta sin diagnóstico, pero acumulando experiencias de fracaso académico, baja autoestima, conflictos emocionales y fatiga crónica por sobrecompensación.

Ansiedad, depresión y otras comorbilidades

El retraso diagnóstico tiene efectos acumulativos. Cuando una mujer adulta llega a consulta, no lo hace solo con síntomas nucleares del TDAH, sino con todo un historial de consecuencias derivadas de la falta de identificación y tratamiento. En la clínica observamos una elevada comorbilidad con trastornos del estado de ánimo, ansiedad generalizada y conductas de evitación, así como dificultades relacionadas con el desempeño de roles tradicionalmente feminizados como la gestión doméstica o el cuidado de otros.

Durante la adolescencia, algunas pacientes desarrollan conductas autolesivas o trastornos de la conducta alimentaria como mecanismos disfuncionales de regulación emocional. Estas manifestaciones reactivas no siempre se entienden como síntomas secundarios a un TDAH no tratado, lo que puede llevar a una intervención fragmentada o incompleta.

Diagnóstico de TDAH en mujeres adultas

Cuando una mujer adulta sospecha que puede tener TDAH, es importante diferenciar qué parte de su malestar actual proviene del propio trastorno y qué parte se ha generado por años de incomprensión, exigencias excesivas o fracaso en adaptarse a estándares neurotípicos.

La evaluación debe contemplar aspectos históricos (infancia y adolescencia), la presencia de estrategias compensatorias, y el impacto funcional en las diferentes esferas de su vida. Con un diagnóstico claro y un abordaje específico, el pronóstico mejora notablemente, incluso en casos que arrastran una larga evolución.

Estrategias prácticas para la vida cotidiana

Aunque cada caso requiere una intervención individualizada, existen estrategias basadas en la evidencia que pueden facilitar la autorregulación y mejorar el rendimiento cotidiano. A continuación, proponemos algunas pautas con respaldo clínico y neuropsicológico:

  • Actividad física previa a tareas cognitivas exigentes: el ejercicio aeróbico mejora la activación cortical y puede aumentar el rendimiento atencional hasta en un 20%.
  • Música instrumental sin letra durante el estudio o el trabajo: ayuda a bloquear estímulos irrelevantes y reduce la sobrecarga sensorial.
  • Estimulación olfativa con aromas naturales (cítricos, menta): mejora el estado de alerta y la concentración a través de mecanismos ancestrales de memoria asociativa.
  • Uso de colores fríos como el azul claro en el entorno de trabajo: favorece un estado de calma y concentración sostenida.
  • Higiene del sueño y alimentación equilibrada: variables esenciales en la autorregulación emocional y cognitiva.
  • Análisis del propio ritmo circadiano: algunas personas funcionan mejor por la mañana, otras al atardecer; conocer los picos de activación mejora la eficiencia.
  • Delegación inteligente: no es una señal de debilidad, sino una estrategia para evitar la saturación. Saber en qué uno no es eficiente y pedir ayuda puede evitar crisis.
  • Memorias externas (notas, recordatorios, apps): el TDAH se asocia con dificultades en la memoria de trabajo y en la reanudación de tareas interrumpidas. Herramientas externas permiten «aparcar» una tarea sin perder el hilo.
  • Planificación de descansos estratégicos: anticiparse al bajón dopaminérgico mediante pausas físicas o cambios de ambiente reactiva el foco atencional.
  • Control de distractores digitales: silenciar notificaciones, cerrar pestañas irrelevantes o usar técnicas como el método Pomodoro aumenta la productividad.
  • Pedir ajustes razonables en el entorno laboral: condiciones mínimas de concentración (espacio tranquilo, flexibilidad de horarios, organización clara) pueden marcar la diferencia.
  • «Hoja de evacuación mental»: escribir pensamientos intrusivos permite liberar memoria operativa y evitar que interfieran durante una tarea concreta.
  • Estrategias visuales para situaciones nuevas: ante tareas que requieren planificación compleja, elaborar un esquema paso a paso ayuda a compensar déficits en funciones ejecutivas.
  • Identificación precoz de señales de ira: el entrenamiento en conciencia emocional permite intervenir antes de que la reacción escale.
  • Autoevaluación diaria reflexiva: dedicar unos minutos al final del día a revisar qué ha funcionado y qué no, permite establecer ajustes realistas a futuro y desarrollar autoconocimiento.